JIM ha traído algo bajo el brazo porque el Real Zaragoza ganó cuando más lo necesitaba, cuando eran máximas las urgencias y los peligros en caso de no hacerlo. Colocó a El Toro en el equipo inicial en lugar de Iván Azón, que se dejó la vida por la confianza del entrenador con idéntica fortuna rematadora, es decir nula, y centró la cuestión en gran parte de la camada de futbolistas fichados en verano. Además, quizás lo más importante, puso el equipo en manos de Francho, por primera vez con capacidad de liderazgo absoluta, con Eguaras de fiel escudero y sirviente sin que se le cayeran los anillos al capitán en una posición más cómoda. Quería el entrenador energía y el dinamo del conjunto aragonés produjo electricidad hasta regalar. Otra cosa es la luz, que se le apagó demasiadas veces en los acercamientos al área. Pese a todo, entregó su corazón a mil revoluciones para acertar y para errar, algo que al Lugo no le sentó nada bien en su estrategia de enroque, con aisladas oportunidades bien resueltas por Jair y un Francés antológico que va creciendo a pasos agigantados sin hacer ruido.
Ese truco de Juan Ignacio Martínez quizás consista en la coherencia que pregona para explicar casi todos los porqués que se le cuestionan. Los jugadores eran los mismos y sin embargo jamás perdieron la cara a la búsqueda del triunfo, sabiéndole conservar muy bien cuando lo tenían en el bolsillo. Jair, Eguaras y sobre todo Narváez con un lanzamiento al larguero que hizo saltar chispas firmaron ocasiones importantes y suficientes hasta que Chavarría reventó todas las costuras del balón en el gol. El Real Zaragoza tirando entre los tres palos... Apenas le tembló el pulso donde antes era un flan y sin una brillantez cegadora llevó el encuentro a su apasionada propuesta, con Zanimacchia a su marcha. El italiano no juega al fútbol, sino que esprinta. Si no fuera por el balón, tendría el récord del hectómetro de su país.
El Lugo colaboró con su perfil mastódóntico. Supuso que en algún momento haría valer su peso de equipo curtido pero se encontró con un Real Zaragoza honesto, fajador y sin modestia alguna. En una cita equilibrada de fuerzas, Francho ni marcó ni dio una asistencia ni se le recuerdan detalles churriguerescos. No es lo suyo. El chico se puso un par de metros por delante de Eguaras y desde ese puesto de mando hizo migas con el balón, una relación que tanto echan de menos sus compañeros. Buen trato, buenas decisiones, buena interpretación de su lugar y de lo que pedía el encuentro a cada momento, el zaragozano hizo que el ímpetu que solicitaba JIM adquiriera sentido y sensibilidad. Al menos un punto y medio de los tres le pertenecen por su trabajo de pulcro registrador de la propiedad. El Real Zaragoza, como pretendía su nuevo entrenador, se comerá el pavo navideño en zona de descenso, pero sin atragantársele el hueso de una derrota que le hubiera sentenciado deportiva y psicológicamente. La sociedad JIM-Francho ha evitado lo peor. Aun así, el conjunto aragonés debe exprimir el mercado invernal porque su mejor concierto de la temporada consistió en no desafinar. Para salvarse tiene que contratar varios músicos de cámara, o al menos rockeros con muchos kilómetros de carretera a sus espaldas.
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