Alfonso Hernández
La hormigonera de Pacheta tampoco funciona
El técnico se estrena con una defensa de cinco pero un error en esa zona castiga a un equipo sin pegada
Algo distinto tenía que hacer Pacheta primero porque se lo pide su ideario y segundo porque la SD Huesca necesitaba sentirse segura como punto de partida de una salvación que tenía que empezar en Getafe. Cinco defensas y cinco cambios en la alineación fueron la respuesta del técnico en su estreno, una armadura que tenía de novedades de Gastón Silva y Pulido junto, con Maffeo, de vuelta al once, y Galán muy abiertos. La presencia en el centro del campo de un Escriche que estaba en la rampa de lanzamiento del mercado de invierno fue el otro efecto sorpresa del entrenador, zahorí en estos momentos de motivaciones.
La hormigonera funcionó durante una primera parte de alto compromiso defensivo y un par de avisos de Escriche, quien disparó a la madera por fuera, y de Rafa Mir. Pero en cuanto llegó la segunda parte y arreció la lluvia en el Coliseo, el Huesca se pareció al que dejó Michel. Se fue desdibujando, perdió el control del partido ante un rival reactivado tras el descanso y pagó con la derrota una primera falta de intensidad de Rafa Mir en la lucha aérea de un balón a cuya prolongación salió tarde Gastón Silva para que después Siovas se resbalara. Arambarri llegó de segunda línea y batió entre las piernas a Álvaro Fernández.
El Getafe de Aleña y Kubo encontró respuestas a sus problemas y a la muralla oscense mucho más por empuje que por destellos de calidad, pero contó con la colaboración de un Huesca expuesto a que su nueva estrategia, por falta de costumbre, le jugara una mala pasada. Cuando el encuentro exigió un gol como mal menor, Pacheta recurrió a un clásico de la desesperación y quitó a sus dos laterales para meter a Okazaki y a Borja García.
El conjunto azulgrana lo intentó sin éxito por arriba, con balones colgados a la azotea para Mir, Siovas, Pulido, Silva... Quien fuera. Falló en su área y pecó de inocente en la del Getafe. Al acabar la primera vuelta se va a seis puntos de la permanencia, confirmando que a las buenas intenciones hay que sumar nuevos futbolistas cuanto antes porque en defensa un solo error le destroza el plan y porque la indolencia de Rafa Mir es cuanto menos insultante para las facultades que se le presuponen.
¿Por qué ha esperado tanto el Huesca para destituir a Míchel?
La directiva de la SD Huesca recibirá el premio a la más paciente del sistema solar o a la más inconsciente. Puede que haya un término medio aun así difícil de comprender. La derrota contra el Betis, un jardín de elegantes zurdos pero con la peor defensa del campeonato, afianza a los azulgrana en el abismo a un encuentro de alcanzar la primera vuelta con un solo triunfo en su cuenta de beneficios. Está deshauciado de Primera porque no da más de sí, porque es incapaz de ganar a nadie, ni a nobles a ni a plebeyos con 14 ridículos goles a favor; pese a los mensajes ingenuos e increíbles para ellos mismos de los futbolistas, quienes por cierto no estuvieron a la altura una vez más frente a un rival con muchas dudas antes de la cita. Como consecuencia de una temporada terrible de resultados, hasta aquí ha llegado Míchel después de 18 partidos que ni fú ni fá, con una vergozante eliminación de la Copa, acumulando tantos elogios al principio por su fútbol de azúcar glasé como sumando fracasos en forma de empates que le hicieron valedor de una falsa máscara de bloque competitivo. Posiblemente, el técnico madrileño, a la espera de que se confirme el nombre de su relevo, entrará en el Libro Guinness de los récords de duración en los banquillos con un rosario de descalabros, pero la pregunta en este Huesca sencillo pero firme en su forma de actuar es por qué se ha esperado tanto tiempo. La respuesta no es simple, y habrá que escarbar en la confección de un plantilla sin pujanza ofensiva, un centro del campo que mezcla meritorios con poca ambición y veteranos en su honrado pero infértil crepúsculo y una defensa sin cierre de seguridad alguno. Se entregará el banquillo a otro dueño y se fichará algo en el mercado. La pinta de estos tres movimientos, no parece, en ningún caso, con el ánimo de perseguir una hazaña, sino de preparar el futuro en Segunda para un nuevo retorno, el tercero, que se espera como el definitivo. Da la impresión de que la SD Huesca, al menos sus gobernantes, está viviendo su caída sin drama alguno. Y falta una segunda vuelta que sufrir en una atmósfera irrespirable. No se sabe si esto también lo tenían previsto, pero ese desgaste amenaza con erosionar muchas cosas.
Míchel y el Huesca tocan fondo
El Alcoyano apea de la Copa a un equipo sin carácter ganador (2-1)
A Míchel se le ha acabado todo el crédito que consiguió por parte de la directiva pese a los terribles resultados de la competición doméstica y que se prolongará, si en las próximas horas no se rompe la baraja como sería lo lógico, hasta el encuentro de Liga frente al Betis. El entrenador recibió un amable ultimátum tras caer contra el Barcelona, una prórroga inútil que la Copa se ha encargado de demoler. El Alcoyano, un rival de Segunda B, apeó a los altoaragoneses del torneo en un encuentro que los locales pudieron cerrar antes si no hubiesen fallado una pena máxima, en un partido que los azulgrana interpretaron al principio con el freno de mano de la condescendencia y después con las velocidades de las urgencias excesivas. No hay carácter, ni fútbol, y la excusa de que esta competición era un segundo plato resultaría insultante para un conjunto que solo ha ganado en dos ocasiones esta temporada, una de ellas precisamente en Copa y con la soga el cuello ante el CD Marchamalo de Tercera. Si no llega a ser por el triplete de Rafa Mir, la humillación se hubiese presentado antes.
Puede que el técnico no sea el mayor culpable del pésimo funcionamiento del equipo, aunque sí le corresponde un alto grado de responsabilidad. El Huesca tiene muchas limitaciones y el entrenador lo puso a jugar de lo lindo mientras los demás le empataban o le ganaban siendo más pragmáticos. Cuando algo no funciona, se intentan otras cosas aun percibiéndose las carencias, pero Míchel ha hecho prevalecer su autoría sobre un grupo que mueve bien el balón y exprime muy mal el tuétano de los partidos. En Alcoy, por ejemplo, los oscenses volvieron a pecar durante casi toda la primera parte de ese espíritu gélido que caracteriza a titulares y suplentes, y en lugar de equilibrar el entusiasmo de su enemigo y después imponer su calidad, se dejó llevar por el plan de los alicantinos, mejor trabajados para la ocasión sobre un campo resbaladizo que favorecía la imprecisión y el contragolpe como solución más inteligente. A los 16 minutos, Mourad, cedido por el Elche y pesadilla constante para Gastón Silva y Pulido, puso el 1-0. Era más que una advertencia que el Huesca amortiguó por mediación de una diana Seoane en sus mejores momentos y los del veterano Juan José, en la recta final de la primera mitad.
No creen los futbolistas en su entrenador. Se trasluce sobre el terreno. Okazaki, Eugeni, Doumbia. Luisinho, Gastón Silva, Pulido, Escriche... Poca chica competitiva para una cita de estas características. Un poco de Seoane y otro de Sergio Gómez igualaran algo las fuerzas. Quizás los despegues cada vez menos profundos de Pedro López. El Huesca se desangra sin cortes profundos y el Alcoyano, siempre con Mourad y Jona iluminando a sus compañeros, dispuso de una pena máxima al pasarse de frenada Gastón Silva frente a un recorte simple de Antón. Ñíguez la lanzó a la azotea del estadio y el Huesca se santiguó. La señal de la cruz le sirvió de muy poco porque en una acción ofensiva se presentaron cinco contra tres en el área de Andrés Fernández, con Nwakali al trote y Lusinho fuera de lugar. Jorge Moltó cogió a todo el mundo con el paso cambiado y viniendo desde atrás fusiló al portero y al Huesca en el minuto 86. Lamentable actitud colectiva en el repliegue defensivo.
Míchel sigue levantando las cejas como quien no entiende nada. Lo hace a menudo, por descubrir si es un tic o que cuando algo se tuerce no tiene herramientas para arreglarlo. Ni en la plantilla ni en su cajetín de entrenador. El director técnico y el Huesca han tocado fondo, y sus destinos se separarán en breve a la espera de una lucha por la permanencia que pasa inevitablemente por el cambio en el banquillo y por la suma de un buen número de refuerzos, en el eje defensivo, el centro del campo y en ataque.
Una noche con el Barça en el Jai Alai
El Huesca renuncia a la victoria con un muro humano y cae por la mínima (0-1)
El Huesca renunció a todo, incluida la victoria, con tal de salir del encuentro frente al Barça con el menor número de heridas posible. Perdió porque se entregó en exclusiva a ocupar su campo, tan cerca del área de Álvaro Fernández que en las recuperaciones extrañó el balón, su mejor aliado, sin posibilidad alguna de armar una contra por falta de efectivos. Cayó, eso sí, por la mínima, por lo que si se mira desde la negación de ambiciones se puede considerar un éxito. Por primera vez, Míchel aparcó sus principios y montó el Jai Alai en El Alcoraz, un frontón que los azulgrana superaron con facilidad en la primera parte y que solo consiguió saltarlo De Jong a pase de Messi. El equipo de Koeman instaló su ejército a las puertas de la resistencia oscense y se relamió con una secuencia de jugadas de alto diseño que tuvieron a Pedri como principal orfebre, con Alba, Dembélé y Messi en el mismo plano. La acumulación de futbolistas prácticamente alineados en el balcón del área no impidió que los catalanes se presentarán frente a Álvaro Fernández, pero el guardameta se exhibió ante Pedri, una falta directa de Messi y alguna que otra salida jugándose el costillar.
El 0-1 y la remota opción de alcanzar la lejana finca de Ter Stegen mantuvo al Huesca en idéntica dinámica, con el respiro de que el Barça se ralentizó en una segunda mitad en la que conservó el gobierno pero sin la dictadura de posesión anterior. Los cambios sentaron mejor al conjunto altoaragonés. Doumbia, Okazaki, Juan Carlos y Ferreiro no trajeron ningún armamento nuevo en sus mochilas, pero sí la frescura necesaria para permitirse salir al menos de paseo fuera de la trinchera. Rafa Mir estuvo muy cerca de empatar con un taconazo que Ter Stegen detuvo por intuición. Esa bala perdida fue todo lo que el Huesca dio de sí en ataque hasta que el encuentro se fue apagando con el Barça satisfecho por un triunfo que alivia su errática andadura en la Liga. Míchel se salió con la suya siempre que su objetivo fuera perder con la menor humillación posible. La salvación se va complicando y este tipo de decisiones, la de refugiarse en el búnker como protección psicológica, solo se podrán comprender en el caso de alcanzar la permanencia.
El Huesca se rinde a su modelo
El equipo de Míchel se sitúa colista tras perder ante un Celta sinfónico (2-1)
El Celta es justo el equipo con el que sueña Míchel. Una orquesta de futbolistas formados en el conservatorio de este deporte, que imprimen musicalidad al balón y cuya batuta porta Iago Aspas con la autoridad y sensibilidad de un director majestuoso. Con Eduardo Germán Coudet, quien relevó a Òscar García Junyent cuando el equipo celeste coqueteaba con posiciones de descenso, los gallegos han convertido cada actuación en una delicia para los sentidos cuyo envoltorio es la victoria como producto de una magnífica interpretación coral. La nueva posición constructora de Denis Suárez le ha dado un toque de distinción elevado, donde se origina y teje con el tacto de la alta costura. Los oscenses, sobre todo su entrenador, llevan toda la temporada persiguiendo ese modelo, pero en el espejo donde se miran no se refleja el triunfo sino la delgada silueta de un aprendiz que cierra el año como colista.
Míchel había advertido que no se podía plantear un encuentro de intercambio de golpes con este rival, pero lo hizo o lo malinterpretaron sus discípulos, porque ya no se sabe muy bien cuál es el flujo de comunicación entre el técnico y la plantilla, si realmente el vestuario cree en el mensaje o no hay suficiente talento para descifrarlo. Sin duda, nada encaja con el nivel la exigencia competitiva de la categoría. Una pérdida de Borja García tras un melón de Siovas activó el olfato depredador de Denis, Aspas y Nolito, quien tradujo en gol la conjunción de esta santísima trinidad. Con Rafa Mir en el banquillo, donde ha sido condenado, y Okazaki lejos de aquella versión tan útil en Segunda de samurái, la SD Huesca regresó a ese juego sin condimento ofensivo, con poca sal, esperando un golpe de magia de Ontiveros o de Borja García; quizás la mordedura de Mikel Rico. Todo tan previsible y hueco...
Pisar el área le cuesta, pero defender la suya también le es una labor ingrata. Ni siquiera en estaciones intermedias, donde le birlan la pelota como en el segundo tanto. El Celta es una víbora si captura el balón en tres cuartos, y allí Nolito lanzó para Aspas, quien regateó a Alberto Fernández para acrecentar las diferencias en el marcador, en el campo y en la competición. La distancia se hizo sideral, y solo la entrada de Rafa Mir y sobre todo Sergio Gómez y Seoane consiguió reactivar al menos la ambición de los altoaragoneses, que acortaron distancias con una bella asociación entre los dos centrocampistas. Incluso pudo haber empatado en una falta directa de Sergio Gómez que Rubén Blanco desactivó con medio esférico dentro.
Con tres defensas, atacando con la bravura de Ferreiro y el buen criterio de Seoane... Al Huesca se la van abriendo todas las costuras y aunque dentro lleve un pequeño corazón que persigue el modelo del Celta, la biología no le ha dotado para sinfonías ganadoras. Y así toca en un auditorio cada jornada más vacío, con Míchel sentado en la butaca escuchando cantos de sirena.
El Huesca es pura niebla
Después de 15 jornadas y con un solo triunfo, a la SD Huesca se le han acabado las coartadas. También a su entrenador, Míchel. Tiene jugadores que prometen pero no cumplen durante toda la jornada laboral. Así carece de equipo. Punto final. Otro empate que no suma en su situación, contra una rival también en apuros que no tuvo que hacer nada para mantener las distancias en la clasificación con los oscenses. El Levante se encontró con un gol en contra por manos de Rubén Vezo, un penalti que transformó Ontiveros, y esperó a la segunda parte. En ese capítulo maldito de los encuentos para los azulgrana, subió un poco el tono de su ambición e impidió que se le escaparan los tres puntos. El conjunto de Paco López estableció la igulada en un córner, con Gonzalo Melero como protagonista por dos ocasiones casi en el área pequeña. Remató mal entre seis futbolistas del Huesca plantados como espantapájaros, recogió el rechace y marcó. No son formas de defender, al menos en Primera división, categoría que le escapa a pasos agigantados mientras se le acaban las rosas de los elogios con una corona de espinas en la cabeza: su pegada es mínima y en su portería concede lo inconcebible, como en ese tanto de su ex.
Rafa Mir pertenece a esa estirpe de jugadores seductores que habitan en El Alcoraz que ni pica como una avispa ni baila como una mariposa, pero su suplencia es complicada de entender. Un delantero potente, con juego aéreo, disparo correcto y buen criterio. Qué pensará o sabrá Míchel para haber desplazado de la titularidad a su máximo realizador. Posiblemente sea un capricho de entrenador. Ontiveros y Borja García también tienen fama, pero en algo sobrevalorada porque realmente la auténtica referencia es Mikel Rico, un maratoniano de 36 años que debe apechugar con todo. Da gusto verle adueñarse del campo de norte a sur, portando la antorcha entre la niebla. Pero muy pocos le acompañan en intensidad y concentración. El vasco estaba presente en el error en cadena de la diana de los valencianos. Si él falla, nadie lo repara.
Una primera parte correcta y una segunda de declive competitivo sin paracañidas. Más o menos como ocurrió en Bilbao, y en tantos otros campos, aunque en San Mamés salió peor parado. Tiene una sola derrota más que la Real Sociedad, que es cuarta, si bien su fútbol peca de falta de consistencia y constancia. Ya no hay consuelos ni excusas, y la solución se antoja complicada porque ese grupo extiende su delicadeza brumosa hasta el fondo del armario. Juan Carlos, Sergio Gómez, Nwakali o Seoane son finos estilistas que quizás en otro tiempo y en otro lugar brillarían. O no. La cuestión es hallar una armadura más gruesa. Pero claro, atrás se ha perdido la fe y por completo la contundencia. El Huesca ya es un auténtico drama.
El Huesca se tira al foso de los leones
El Huesca se gustó y regustó. Se miró al espejo y preguntó por el más bello del reino frente a un Athletic que solo conserva la garra ancestral en una de sus peores plantillas de la historia. Williams, Muniain, a quien Mosquera le dedicó toda la noche un marcaje vintage, un alicaído Berenguer... Para usted de contar. Era un encuentro para buscar sin reparo la victoria, pero los altoaragoneses hicieron una primera parte correcta, de dominio zonal y los magia de Ontiveros como principal argumento para achatar a los vascos en su campo, y en la segunda se descosieron como una prenda de imitación. El conjunto de Garitano despertó y el de Míchel entró en ese estado de semiinconsciencia y se tiró de cabeza al foso de los leones dejándose ganar en todas las suertes, con Javi Galán como solitario jinete de aventuras tan atractivas como infructuosas.
Cada vez es más complicado comprender a este Huesca, a quien quieren y elogian por todas partes por su elegante apuesta, por su trato sedoso al balón. Es bueno, sí, demasiado para una competición que agradece las finas maneras pero premia bastante más la regularidad y la intensidad. El equilibrio entre ambas virtudes. Del vestuario regresó el equipo oscense como si le hubieran aplicado una sesión de cloroformo, y el Athletic con toda la ambición en vena. Van a la brava los vizcaínos con el búfalo Villalibre, sin sus históricas bandas salvo que Yuri profundice por la izquierda. Intimidó al Huesca con anticipación, potencia y una desordenada verticalidad que perseguía el aplastamiento. Esa insistencia furiosa produjo sin embargo una acción de lujo al borde del área permitida por Pedro López y consentida por Pulido, a quien Kodro le ganó la espalda. El capitán, muy desafortunado, hizo penalti y vio la segunda amarilla. No falló el delantero desde los once metros y luego vino Unai Núñez y marcó de cabeza el segundo. En una recta final en la que el Huesca derrapó por las curvas de siempre, ya con el espejo roto y el reino, una vez más, perdido.